"Pequeño mío, el Consejo Disciplinario ha decidido, presionado por su clemente maestro [...], perdonarlo. Pero debes rogar que acepte tus disculpas. Disculpas que no tendrán valor si no son repetidas en público y delante de todos tus compañeros. Estamos esperando. Vamos, dinos lo que quieres decirnos". Tabard contesta: "Señor profesor, ¡le digo mierda!". En la siguiente secuencia los chicos ya no están sentados y obedientes en el aula sino que corretean por el dormitorio del internado. Y es el mismo Tabard quien alzando una bandera proclama: "¡La guerra está declarada! ¡Abajo los maestros! ¡Abajo los castigos! ¡Viva la revolución!". En esta inolvidable escena de Cero en conducta (1933), Jean Vigo esboza ese momento en el que un sistema disciplinario encuentra su punto de rebelión.
Este otro episodio comienza con un desfile de milicianos, tanques, armas de guerra en La Habana. Fidel y Raúl Castro saludan al desfile militar. Detrás de ellos se puede reconocer al poeta Nicolás Guillén. Las imágenes castrenses alternan con Susan Sontag hablando desde una biblioteca: "¿Será por la militarización en Cuba? Es posible. Si decimos que los homosexuales en esos Estados son identificados con las mujeres, como un elemento de debilidad, y la ideología del país está concentrada en la fuerza, asociada a su vez con la virilidad, podemos imaginar que los homosexuales devienen un elemento subversivo. Un elemento que en sí mismo implica que el poder no es la única meta de la vida adulta". Luego, a la pregunta por "el silencio de cierta izquierda", la escritora contesta: "Creo que uno de los puntos débiles de la izquierda desde siempre ha sido una dificultad de asimilar las cuestiones centradas en la sexualidad desde una óptica moral y política. [...] El descubrimiento de que los homosexuales han sido perseguidos en Cuba, muestra, en mi opinión, hasta qué punto la izquierda necesita evolucionar. No es sólo un serio caso de injusticia que necesita ser mostrado, sino algo que obliga a la gente a tomar nota de una falta en la actitud de la llamada izquierda que se remonta a mucho tiempo atrás". Esta entrevista es parte de Conducta impropia (1984), el documental de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal en torno a la persecución de los homosexuales en Cuba.
Un tercer episodio, en la película Conducta (2014) de Ernesto Daranas, nos devuelve al contexto educativo, al aula de una escuela primaria en La Habana donde tiene lugar una reunión entre maestra, directora, inspectoras y otros funcionarios. Se discute el envío de un niño a una "escuela de conducta", uno de esos centros de "reeducación" para menores con expedientes delictivos o situaciones de extrema vulnerabilidad familiar y social. En la ficción, la maestra Carmela defiende al pequeño Chala, que vive en la mayor precariedad y a cargo de una madre alcohólica. Carmela: "La escuela de conducta será otra marca en su vida. Nos guste o no, eso lo margina. Fui maestra de su madre, soy maestra de él hace tres años, ninguno de ustedes lo conoce mejor que yo". Inspectora: "Pero es que no podemos darle curso a un proceso tan serio como este y tres semanas más tarde echarnos para atrás". Carmela: "Lo que pasa es que estás pensando en cómo quedan ustedes. Y yo pienso en cómo queda el muchacho". Inspectora: "Carmela, usted sabe del respeto que se le tiene, pero es que ya se van sumando varios problemas en su clase. Entienda que no podemos permitírselo". Carmela: "Perdón pero en mi aula ustedes no permiten nada. Yo doy clases aquí antes de que tú nacieras". Inspectora: "A lo mejor ha sido demasiado tiempo". Carmela: "No tanto como los que dirigen este país. ¿Te parece demasiado?".
Una similar noción de conducta recorre estas tres escenas confrontadas a la arbitrariedad y violencia de sistemas disciplinarios. Pero podríamos añadir un cuarto episodio en esta serie: la Cátedra de arte de conducta, activa entre 2002 y 2009 en La Habana. Este programa pedagógico concebido y producido por Tania Bruguera como un proyecto de transformación política y estética, de discusión colectiva e incidencia social en el contexto cubano, tomaba su nombre de esas mismas "escuelas de conducta", que el glosario de la Cátedra adaptaba a sus propios fines: "En Cuba, instituciones que tienen la intención de reformar o rehabilitar a los menores con problemas de conducta social, es decir, la incapacidad de respetar y obedecer las normas y reglas establecidas por el sistema social". Uno de los principales campos de trabajo del programa y sus participantes fue la interpelación de esas reglas o leyes, poniendo a prueba sus márgenes y puntos ciegos. La obras y exposiciones producidas en el contexto de la Cátedra operaron a menudo con prácticas de trueque, mercado negro, aplicación literal o subversiva de la ley, activación o exhibición de relaciones sociales. A través de sus talleres, debates y ejercicios, el proyecto puso en juego numerosas herramientas críticas para actuar en la fisura entre legalidad y legitimidad.
La Cátedra de arte de conducta concluyó oficialmente en 2009, el mismo año en que El susurro de Tatlin #6 se infiltró en la Bienal de La Habana. Me gusta ver en continuidad ambos proyectos, de muy distinta temporalidad pero con una similar vocación de transformación subjetiva y política. Para Tania, cerrar el programa pedagógico significaba también crear un vacío que debía producir nuevos deseos. "El propósito es producir un espacio de libertad de palabra en oposición a la autoridad dominante (no diferente de los objetivos de Freire en Brasil) y formar a los estudiantes no sólo en hacer arte, sino en experimentar y formular una sociedad civil", escribía Claire Bishop a propósito de la Cátedra, pero también podríamos leerlo en relación al Susurro de Tatlin.
Ese espacio de libertad de palabra ha sido re-escenificado en estos días en numerosas esquinas y museos del mundo. La acción que fue censurada en La Habana a finales de 2014, ha sido multiplicada en Nueva York, San Francisco, Los Ángeles, Rotterdam, Eindhoven, París, Roma y otras ciudades. En un gesto de solidaridad con Tania Bruguera, Danilo Maldonado y todos aquellos que enfrentan cargos por ejercer su derecho de libertad de expresión, la organización Creative Time realizó una convocatoria de acción global el pasado 13 de abril que continúa replicándose. Ese efecto contagio aún no llega a Cuba, donde el fuerte control sobre la información hace casi imposible una viralidad de plazas y redes. La información deviene amenaza para un sistema que funciona como una suerte de enfermedad auto-inmune y, en lugar de proteger, se convierte en agresor de su propio cuerpo social. No obstante, como en Zéro de conduite, un régimen disciplinario basado en el miedo y el castigo encontrará su desbordamiento.