Archivos negros: Episodio II. Jazz sin un cuerpo político negro
En la segunda entrega de este ensayo, la investigadora Tania Safura Adam continúa su labor de excavación de los archivos negros en España. El texto aborda numerosas referencias literarias y de archivo para explorar el papel complejo, y a menudo contradictorio, del jazz en el contexto español desde la década de 1920 hasta la actualidad: como forma de solidaridad y apoyo a las comunidades negras, como parte de la vanguardia; y como forma artística que ha sido blanqueada y apropiada por las clases medias, en detrimento de su impulso original, emancipador y panafricanista.
La ausencia
En el tórrido agosto de 1954, estaba yo bajo el cielo azul del Midi, a pocas horas de la frontera española. A mi derecha se extendía la campiña llana y verde del sur de Francia; a mi izquierda, una franja de arena tras la cual el Mediterráneo se agitaba y relucía. Estaba solo. No tenía ningún compromiso. Sentado en mi coche, con el volante entre las manos, quería ir a España, pero algo me detenía. Un estado anímico era lo único que se interponía entre mí y un país para mí tan atractivo como repelente. Dios sabe que los gobiernos y los modos de vida totalitarios no eran ningún misterio para mí. Había nacido en Misisipi en un régimen absolutista racista; había vivido y trabajado durante doce años bajo la dictadura política del Partido Comunista de los Estados Unidos; y había pasado un año de mi vida en el terror policial de Perón en Buenos Aires. Entonces, ¿por qué evitaba la realidad de la vida con Franco? ¿Qué temía?
Así finaliza el episodio I de Internacionalismo radical y panafricanismo en el marco de la guerra civil española, y de este modo comienza España pagana (Pagan Spain, 1957), el libro que Richard Wright escribió tras sus visitas a España. A lo largo de las páginas va discerniendo y entretejiendo un país complejo tanto en lo religioso como en lo pagano, y comprende que ese miedo que le atraviesa en la frontera no es vano, sobre todo por la carga de su color de piel. Desde hacía siglos, españoles y europeos se dedicaban a exotizar, explorar, apropiarse e interpretar la «alteridad». Tal vez el ostracismo y el miedo al negro que imperaba desde aquellos tiempos era lo que inquietaba a Wright. El desconocimiento del grado de repulsa que existía en un país bajo un régimen fascista —tildado de «primitivo, pero encantador» por su amiga Gertrude Stein— únicamente podía resolverse si se adentraba en sus entrañas.
En este punto, Wright no solo se enfrenta a una frontera física, sino también a otros límites tan sutiles e imperceptibles como la «línea de color»1, ya que su viaje fue tan «blanco» como el propio país: no menciona encuentros con personas negras o «morenas», como se las denominaba entonces, lo cual sugiere que era algo poco común en su experiencia española. En contraste, Langston Hughes, que llega años atrás, en un contexto más convulso, relata una percepción muy distinta:
Los negros no eran desconocidos en España, ni atraían una curiosidad exagerada. En las ciudades nadie se daba la vuelta para mirarlos dos veces. La mayoría de los españoles habían visto rostros de color, y muchos de ellos mismos tenían la tez oscura […] y tanto en Valencia como en Madrid vi negros de pura sangre de las colonias africanas, así como muchos cubanos que habían emigrado a España […]. Poco después de mi llegada descubrí que uno de los números más populares de Madrid era el Negro Aquilino, un cubano que interpretaba con el saxofón tanto música de jazz como flamenco2.
No obstante, la mirada afroamericana sobre España no fue homogénea. Langston Hughes, otro gigante de la literatura negra, tuvo una experiencia muy distinta. La percepción de Hughes sobre la discriminación racial y el colorismo en España estaba mediada por su experiencia como afroamericano en los Estados Unidos. Aunque observó una mayor presencia de personas negras —y una aparente falta de exotización—, eso no implica que no existieran formas de opresión. De hecho, estas idealizaciones fueron comunes entre afroamericanos que viajaron a Europa durante la vigencia de las leyes Jim Crow. Lo mismo ocurrió con W. E. B. Du Bois, quien también consideró que la situación de las personas negras en el continente europeo era más favorable en comparación con su país.
En cualquier caso, ser el único cuerpo negro presente en los espacios sociales —donde operan imaginarios profundamente arraigados sobre la negritud— afecta inevitablemente cualquier experiencia vital. La extrañeza e impugnación cargadas de estereotipos raciales y discriminaciones las ha experimentado cualquier persona negra que haya viajado o vivido en España en los últimos siglos. Si bien, pocos han podido narrarlo. En la Edad Moderna, Juan Latino y Sor Chicaba tomaron la palabra para cuestionar y denunciar el trato recibido por su condición3, pero no es hasta el siglo pasado cuando se empiezan a introducir reflexiones sobre aspectos raciales desde la creación artística. Un privilegio reservado a unos pocos que alzaron la voz con cierta timidez y escasa determinación, algo que podría estar relacionado con la ausencia de un cuerpo político negro. En cualquier caso, el desconcierto que produce la condición negra en España lo vivieron tanto la gente anónima como los personajes célebres. Ahí están los ejemplos de Kid Tunero, Elsie Bayron, Jack Johnson, La Perla Negra, Richard Wright, Langston Hughes, Dizzy Gillespie, Louis Armstrong, Nicolás Guillén, Antonio Machín, Benny Carter, Harry Fleming, el Negro Aquilino o Joséphine Baker, entre muchos otros.
Elsie Bayron en su tour europeo. Budapest Royal Hotel, 1936/1937, https://blackjazzartists.blogspot.com
Negro Aquilino en 1935, https://palabrasdelaceiba.wordpress.com/tag/el-negro-aquilino/
Lo cierto es que hubo un tiempo, entre el siglo XV y el XVII, en el que existieron comunidades negras en Andalucía, Canarias, Madrid, Valencia y Barcelona4, constituidas por personas esclavizadas, en su mayoría africanas que no eran consideradas humanas ni poseían reconocimiento jurídico de dicha condición. Su presencia dejó una huella imborrable en el campo cultural.
En esa modernidad temprana se establecen los fundamentos de la relación con la negritud a través de estereotipos racistas y denigrantes. Las características biológicas externas pasan a convertirse en símbolos de una supuesta condición social y comenzó a sustituirse la palabra «esclavo» por «negro». A partir de entonces, todo individuo de tez oscura era susceptible de ser considerado esclavizado5: una persona empobrecida, infantilizada e incapaz de lidiar con el mundo, lo que justificaba su tutela permanente.
Ese imaginario racista se retrata y se refuerza a través de la música, el teatro o la literatura6. Tal y como constata el escritor Francisco Zamora Loboch en su libro Cómo ser negro y no morir en Aravaca. Manual de recetas contra el racismo (Ediciones B, 1994):
Desde el punto de vista racista, el Siglo de Oro español fue una época dura, intolerante, áspera como el beso de la argolla a la tráquea. Algunos escritores son virulentos racistas y otros lo contrario. Cervantes y Quevedo capitaneaban los dos extremos…7
La población negra se redujo drásticamente por diferentes circunstancias a partir del siglo XVII, hasta aproximadamente la década de los setenta del siglo pasado, cuando comenzó a llegar inmigración negra a España, sobre todo procedente de África. Sin embargo, hubo una pequeña excepción durante el período de entreguerras en el Barrio Chino de Barcelona, entonces conocido como el «pequeño Harlem» por la concentración de músicos y boxeadores negros8. Los periódicos de la época llegaron a hablar de invasión de los negros, coincidiendo con el auge del jazz, e incluso mencionaron que los negros estaban de moda9. Esta excepcionalidad la refleja el periodista e investigador Xavier Montanyà en Kid Tunero, el caballero del ring (Pepitas de Calabaza, 2016, p. 76), donde rescata, «porque se lo debía», la vida del púgil cubano en Barcelona.
En la calle Nou de la Rambla, el Harlem barcelonés, los cubanos eran los reyes. Puede decirse que habían constituido, espontáneamente, una tumultuosa comunidad que hermanaba negros de variada procedencia: Puerto Rico, Martinica, Senegal, Alabama, Georgia y, los más pobres de todos, los oriundos de Guinea Ecuatorial, la colonia española en África negra. Los nativos de Fernando Poo y Río Muni eran los más desvalidos de la comunidad. Se les podía ver por el Barrio Chino recogiendo del suelo colillas de cigarrillo y otros desperdicios, o haciendo de hombre anuncio para películas de safaris africanos.
Kid Tunero. Fotografía incluida en el libro Kid Tunero, el caballero del ring (de Xavier Montanyà, en Pepitas de Calabaza).
Actuación de Mr. Harry Flemming (sic) en el Teatro Circo Price Madrid, 1929.
Coleman Hawkins en la portada de Jazz Magazine. Barcelona, 1935.
A pesar de la discreta presencia negra, se podría afirmar que, durante siglos, en España se gesta un racismo en forma de ideologías, representaciones y estereotipos que hundían sus raíces en el negro esclavizado de la Edad Moderna10. Más tarde, en la contemporaneidad, las lógicas de la otredad africana y de la negritud estuvieron atravesadas por el hispanotropicalismo11, que se caracterizaba por la imagen del negro «salvaje» al que había que civilizar y aculturar a la vez que se apropiaba de sus creaciones y se resaltaba su carácter exótico.
La ausencia, a lo largo de los siglos, de comunidades negras emancipadas ha tenido graves consecuencias, pues no existía posibilidad de articular una defensa frente a los relatos hegemónicos desde la blanquitud ibérica. En este sentido, el envío de una circular a las radios en 1943 para prohibir el jazz por considerarlo un arte degenerado –«una música embrutecedora y animal, algo alejado de nuestras viriles características raciales»–12, que no suscitó contestación alguna, constituye el paradigma de la relación de la negritud con el territorio: escaso margen de agencia y una aceptación forzada de la violencia.
Los imaginarios raciales no han variado sustancialmente a lo largo del tiempo: son una espiral que perpetúa opresiones y relega la vida de las personas negras a los márgenes. El sociólogo inglés Stephen Small, que visitó Madrid durante el año 2010, sentenció esta relación con la negritud:
Las únicas personas negras que vi, literalmente, en las calles de Madrid eran mujeres negras prostitutas, hombres negros mendigando o limpiando las calles; esas fueron las únicas personas negras que vi. Y me dije: «¿Qué, qué es esto?»13.
Esa ausencia histórica de comunidades negras organizadas explica, en parte, la persistencia de estas imágenes degradantes. De hecho, hasta la segunda mitad de siglo pasado, no hay evidencia de esfuerzos colectivos de las personas negras para confrontar los desafíos comunes: esclavitud, colonialismo o el racismo14. Solo en momentos muy concretos, como en el período de entreguerras, prácticas culturales como el jazz o el boxeo posibilitaron espacios efímeros de visibilidad y solidaridad.
El jazz
Más allá de la literatura, la recepción del jazz revela nuevas capas del blanqueamiento y la apropiación cultural. Diecisiete años antes de que Richard Wright llegara a España, en el verano de 1937, Nicolás Guillén y Langston Hughes atravesaban la misma frontera como corresponsales de guerra, a bordo de un tren atestado de gente camino a un país en conflicto. El panorama era bien diferente al de Wright: había una guerra, el jazz seguía vivo y Barcelona, su principal foco en España, contaba desde 1935 con una de las primeras asociaciones de jazz de Europa: el Hot Club, inspirado en el de París. Este club tenía un gran interés por visibilizar el jazz como arte y por ello generó espacios en los que participaron críticos, coleccionistas, compositores, músicos, aficionados, discográficas, editoriales, emisoras de radio y compañías cinematográficas. Un universo que se desarrolló bajo lógicas de exclusión racial y jerarquización cultural cuyos ecos persisten hasta nuestros días. La obsesión del Hot por diferenciar y preservar un jazz «artístico» y «auténtico» frente al de masas no implicó proteger ni respetar a las personas negras. Así, por ejemplo, en 1935 el crítico Juan Aragonés sostenía que la creatividad negra estaba unida a su infantilismo:
[…] Y ¿qué son los negros, sino lo que sus conocedores han dicho y repetido de tiempo inmemorial?: unos niños grandes. Todo, todo, en el arte de ellos ofrece esta sinceridad inconfundible, esta pureza de expresión que tanto estimamos en el verdadero arte popular, que es también un arte de niños grandes […]15.
Programación del Hot Club en el Palau de la Música Catalana. Enero, 1936. (Centre de Documentació de l’Orfeó Català).
El primer concierto que organizó en Barcelona tuvo lugar en 1936, con la actuación de Benny Carter y el quinteto Hot Club de Francia. Probablemente Guillén y Hughes, al igual que la población negra de Barcelona, fueron ajenos a la existencia del Hot Club, a sus conciertos y su fascinación por disfrutar de la «verdadera música hot» como un arte. De hecho, el día siguiente de su llegada a Barcelona, sentado en Las Ramblas, Hughes fue reconocido por un joven negro puertorriqueño que trabajaba de intérprete y los llevó a bailar a un pequeño club. El local que describe en su libro Yo viajo por un mundo encantado tiene las mismas características que el Olympia, uno de los lugares que Kid Tunero frecuentaba:
Los boxeadores cubanos frecuentaban, diariamente, con parsimonia tropical, tres sitios clave. Por la mañana pasaban por el consulado de Cuba a recoger correspondencia […]. A la hora del aperitivo o del café, todo se acercaban a la calle Nou de la Rambla, al Edén o a la bodega horchatería adyacente. A última hora de la tarde, tras pasar un rato más de entreno en el club, se dejaban caer por la terraza del Teatre Circ Olympia, en la ronda Sant Pau 2716.
Estos lugares de ocio nocturno, aunque marginales, ofrecían momentos de encuentro. Además del Olympia, el Edén también se convirtió en bar de referencia de la población negra de la ciudad. Allí se reunían músicos, púgiles, artistas y bailarines de origen norteamericano, cubano, dominicano y puertorriqueño, así como de algunos países africanos (guineanos, senegaleses y oriundos de otros países del África negra)17. Es posible que estos bares y clubes funcionaran como espacios de solidaridad, zonas de intercambio donde se desplegaban las diferentes variantes del jazz, pero sobre todo el hot. En ellos probablemente se respirara un ambiente muy distinto al del Hot Club, que, aunque se presentaba como defensor de la autenticidad del género, despojó al jazz de sus raíces negras y de todo tipo de filosofía sociocultural para reducirlo a un producto de vanguardia despolitizado.
Cartel de la actuación de Chocolat Kiddies. Teatro Olympia, en Barcelona, 1926. (Vanguardia, Barcelona, 17-01-1926, n.º 19318, p. 18).
Cartel promocional de Big Bill Broonzy en el Hot Club de Barcelona y Club 49. (Fotografía de Robert Doisneau).
Esta relación disfuncional del jazz con la negritud se configura como una extraña mezcla entre miedo, indiferencia, paternalismo y apropiación frente a sus formas de creatividad. Además, se cronifica en las maneras que desarrolló la cultura española para acercarse a este estilo a principios del siglo XX.
El jazz llegó a España desde Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial, vía París y Londres18, y aterrizó con sus variantes populares y de vanguardia: el fox-trot, el jazz-hot, one-step, shimmy, el jazz swing, el charlestón, el black bottom o el blues. Estos estilos alcanzaron gran popularidad, especialmente en Madrid y Barcelona, donde se difundieron, reinterpretaron o desecharon sin una presencia negra significativa en los espacios donde se consumía.
En el marco de la celebración de la Exposición Universal de 1929, Barcelona llegó a ser conocida como «la Nueva Orleans» del Mediterráneo19. Y es que durante la década de los veinte desembarcaron en la ciudad músicos negros provenientes del continente americano que actuaban en solitario o con sus bandas en salas de fiesta; orquestas que alimentaban la fiebre del baile, como los Chocolats Jackson, Harry Fleming, Sam Wooding y sus Chocolat Kiddies o Johnny y su Jazz Band. Bandas que inauguran una época de fascinación por lo negro.
Su musicalidad y dinamismo irrumpieron en un país dividido entre fuerzas conservadoras y progresistas, en el que el deseo de modernidad competía con las ideas tradicionales sobre la moralidad, la identidad colectiva y la femineidad20. Esta tensión muestra cómo la recepción del jazz en España estuvo marcada por una contradicción: se celebraba su vitalidad, pero al mismo tiempo se reforzaban estereotipos raciales y desempeñaba un papel importante en el proceso de emancipación de la mujer.
La gira de Joséphine Baker por España ejemplifica esta ambivalencia, entre la fascinación y el rechazo de diferentes sectores sociales que consideraban su música negroide y obscena, cargada de connotaciones sexuales. Buena parte del país no lograba desprenderse de los prejuicios raciales21 y proyectaba sobre el jazz una mirada marcada por el exotismo.
Ernest Gimeno. Edición del charlestón «Bolchevique» en Do-Re-Mi. (Biblioteca Nacional de España).
Joséphine Baker en Barcelona, en el marco del estreno del espectáculo Not Yet en el Teatro Cómico (1927-1928). (Fotografía de Merletti).
Aunque las visitas de músicos afroamericanos se multiplicaran, su presencia no bastó para generar una comprensión profunda de las raíces culturales y políticas del jazz. Esta música se emblanquece hasta nuestros días y pierde el carácter oral de los entornos culturales en los que las músicas negras han desarrollado una relación específica con el cuerpo22. Tal como afirma el novelista y ensayista martiniqués Édouard Glissant, «la forma estética de nuestras culturas debe configurarse a partir de estructuras orales». En este sentido, el jazz, como forma expresiva asociada a la negritud contemporánea, constituye una subcultura y un contrapoder musical formado por componentes estéticos específicos que se conectan con la emancipación negra.
El escritor y poeta LeRoi Jones señala: «El jazz no deja de ser la música de los negros, un símbolo de las culturas negras que ha ofrecido un modo de comunicación mejorado, más allá del poder de la palabra hablada o escrita, y, con su improvisación y capacidad para transmitir emociones, se ha convertido en un medio para expresar la lucha por la libertad»23. Además, ha sido un medio para transmitir y expresar las ideas del panafricanismo, al conectar la música con la lucha por la igualdad racial y la justicia social.
La filosofía de la música negra que perfilan Glissant y Jones resulta profundamente ajena a la de Ramón Gómez de la Serna, quien en 1929 aparece vestido con esmoquin y en blackface en el Palacio de la Prensa para presentar la película El cantor de jazz (The Jazz Singer, 1927), de Alan Crosland. Allí pronunció una ambigua alocución de quince minutos, con un humor que oscilaba entre la apología del jazz y la perpetuación de estereotipos racistas sobre las personas negras. Gómez de la Serna afirmaba:
No es lo importante estudiar a los chocolate en su alma negra para entrar en el jazz, puesto que le basta la última razón que le asiste, la de sincopar con sus notas la emulación de la vida contemporánea y ser el estimulante que nos arranca de los mareos de la circulación y la vorágine. Parece que de lo que se trata es de que va llegando el europeo a la sinceridad de los negros. De ahí que los mismos ritmos le sirvan24.
Estas palabras muestran cómo la recepción europea del jazz tendía a no reconocer la dimensión cultural, social y política de quienes la habían creado. Por otro lado, se desconocen alegaciones públicas que contrarrestaran estos imaginarios reforzados por presentaciones como la de Gómez de la Serna, comentarios en la prensa o canciones. Un ejemplo paradigmático es la canción popular de La Yankee Madre, cómprame un negro, que fue versionada posteriormente por La Goyita, La Niña de los Peines, Celia Gámez y, finalmente, Marujita Díaz.
Son tantos negros los que han venido
para enseñarnos el charlestón
que las mamás se ven morás
para evitar ir al bazar,
donde esas muestras de chocolate
a los pequeños hacen exclamar:
«Madre, ¡cómprame un negro,
cómprame un negro en el bazar!
Madre, ¡cómprame un negro,
cómprame un negro en el bazar!
Que baile el charlestón
y que toque el jazz-band.
Madre, ¡yo quiero un negro,
yo quiero un negro para…,
yo quiero un negro para bailar!».
(So many negros have come
to teach us the Charleston
that mamas take great pains
to keep away from the bazaar,
where you find those chocolate samples,
that make their little ones exclaim:
Mother, buy me a negro,
buy me a negro in the bazaar!
Mother, buy me a negro,
buy me a negro in the bazaar!
Let the Charleston dance begin
and the jazz-band play, too.
Mother, I want a negro,
I want a negro to…
I want a negro to dance with!)
Cartel de la canción de La Yankee Madre, cómprame un negro (1929).
El borrado
En noviembre de 1934, un año antes de la inauguración del Hot Club, aparece Música Viva, la primera revista específica sobre jazz en España25. Ese mismo año, en agosto, un estudiante de Guinea Ecuatorial, José María Bakele, firma en el Heraldo de Madrid un artículo titulado «El horror de la civilización en el continente negro»,26 en el que denuncia el régimen colonial. A pesar de representarse «súbdito español de raza negra, nacido en aquel país…», le expulsan del territorio español tres meses más tarde, cuando recibe una notificación que lo califica de «indígena indeseable».
Su realidad, como la de muchas personas negras que vivían en España, era absolutamente ajena al «mundo del jazz», porque ese mundo vivió de espaldas a la negritud española. De hecho, solo unos años más tarde Pilar Morales y Guillem d’Efak, oriundo de «aquel país», entrarían a formar parte de la élite jazzística catalana.
Actuación de Sister Rosetta Sharpe en el programa de los actos organizados con motivo del Gran Premio del Disco de Jazz 1957. Barcelona, 1958.
El jazz, el blues y, en menor medida, los negro spirituals y el góspel fueron músicas de culto para las vanguardias españolas. Pertenecieron a las burguesías y a las clases medias, que seleccionaron y se apropiaron de los sonidos adecuados para sus idearios, de manera similar a lo que ocurría en las colonias, donde la sociedad, los colonos, validaban los sonidos negros según sus gustos. De algún modo, esto es lo que denunciaba LeRoi Jones desde su texto El jazz y la crítica blanca, en el que afirma que la mayoría de los críticos eran –y siguen siendo– de clase media con una formación cultural privilegiada y que los músicos blancos habían incurrido en un proceso de usurpación.
Los primeros músicos de jazz blancos serios intentaron no solo entender el fenómeno de la música de los negros, sino también apropiársela como medio de expresión para sí mismos. El éxito de esta apropiación señaló la existencia de una música norteamericana allí donde antes había música negra. Pero los músicos blancos tenían una ventaja con la que rara vez contaron los críticos blancos […]27.
Algo similar ocurría en España: aunque tuvo un carácter popular en la década de los veinte y los treinta, siempre estuvo asociado a las clases medias y altas, aquellas que podían coleccionar, viajar y contratar a grandes músicos. El panorama musical del jazz español era tan blanco que las formas de apropiación del sonido negro fueron similares a las que se habían producido en Estados Unidos, aunque allí existiera un cuerpo negro colectivo y operasen diferentes formas de resistencia negra y de panafricanismo.
El Mono Azul. Hoja Semanal, 10 céntimos. De la Alianza de Intelectuales Antifascistas. (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
Comunicado por el que se prohíbe el jazz, firmado por la Delegación Nacional de Propaganda. Se emite por Radio Nacional y son órdenes de obligado cumplimiento. (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
Cartel de Babiano. «La cultura es un arma más para combatir el fascismo». Circa, 1936. (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
En España este desplazamiento del jazz desde un género popular hacia uno de vanguardia estuvo enmarcado por el contexto político. No fueron pocos los críticos y políticos que alzaron la voz para denunciar que el jazz era una amenaza racial que pervertía a la juventud con sus ritmos, lo que condujo a que se prohibiera su difusión, siguiendo la estela de otros regímenes fascistas, como Alemania e Italia. Sin embargo, aquí fue un sonido popular28 y el swing, en particular, supuso un analgésico para la juventud durante los años difíciles.
Para Hitler, era una música degenerada que debía ser erradicada: en 1935, el ministro de Propaganda nazi prohibió la radiodifusión de la música judeo-negroide-americana; en 1938, las leyes raciales de Mussolini hicieron lo propio en Italia29. El franquismo siguió esta línea, utilizando la cultura y la música como forma de reconstrucción identitaria. Así, a comienzos de los cuarenta lanzó una ofensiva mediática contra el jazz, considerado incompatible con los valores nacionales30, en los que la religión católica se concebía como eje central de la identidad racial y cultural de la nación. De este modo, el jazz era percibido como una amenaza a la construcción de una España homogénea y «auténtica». Porque esta música, asociada a lo negro y pagano, era la antítesis de la música española. Así, el 25 de junio de 1943 la Delegación Nacional de Propaganda emite un comunicado bajo el título Por qué combatimos la música negra, con órdenes de obligado cumplimiento que prohibían a todas las emisoras del país difundir el jazz; este veto permaneció vigente durante diez años.
El jazz moderno y sus derivados supone una preferencia abusiva, no justificada ni a título de agradable pasatiempo […], por más que renieguen del arte y se empeñen en aprender a «hacer el indio» al compás de estas exóticas danzas de negros, producto de las selvas americanas […]. España es un pueblo eminentemente musical, enérgico y limpio en sus sentimientos colectivos y no ha de dejarse ganar, ni transitoriamente, por la desconcertada algarabía de un jazz sin justificación artística alguna…
Para el régimen, esta música era «primitiva, inmoral, salvaje y afeminada, cantada y bailada en torno a la hoguera por gentes con el pelo crespo y los labios rojos sobre una máscara muy negra»31. Por este motivo también ejerció control sobre las publicaciones periódicas y los espectáculos a través de los distintos organismos gubernamentales.
A pesar de esta ofensiva racista y su prohibición, el jazz no desapareció; sin embargo, su difusión se limitó, quedando confinado a un reducto elitista. Para los años cincuenta, la escena española era apenas inexistente y los músicos de jazz se vieron obligados a exiliarse para forjarse una carrera, como sucedió con Pilar Morales y Tete Montoliu, quienes emigraron a Berlín y a Copenhague para poder vivir de su música32.
Cartel que anuncia a Pilar Morales en el Atelier Club. (Colección de la familia Montoliu Morales).
Cartel de un concierto de Dizzy Gillespie en el Windsor Palace de Barcelona, presentado por el Hot Club de Barcelona y el Club 49 (1953).
España se sometió a un proceso de homogeneización que persiste hasta nuestros días. Gran parte del panorama cultural del presente hostil a la diversidad, en el que los medios de comunicación tienen un papel destacado, se gestó durante aquellos días obsesionados por la revolución moral. Días de prohibición y exaltación de los símbolos de una raza española única y grande, promovida por el régimen a través de ordenanzas, abundante material pedagógico y sus películas, como Raza (1941), cuyo guion se basó en una novela escrita por Jaime de Andrade, seudónimo de Francisco Franco.
Esta construcción de una musicalidad que marginaba y despreciaba los sonidos negros llega incluso a Guinea Ecuatorial. Como recuerda el escritor y músico ecuatoguineano Francisco Zamora, la programación de la radio de Guinea en los cincuenta reflejaba esta lógica cultural.
En casa escuchábamos un poco de todo, música española, pero sobre todo la música congoleña. La española, porque es la que se ponía en los horarios de mayor audiencia. Por ejemplo, los pasodobles [risas]. Era una colonización en toda regla. Y el colono ponía la música que a él le gustaba escuchar. Eso no significa que no hubiera espacios dedicados a la música africana…33
Un país fascinado con la raza que operaba bajo insignias xenófobas, religiosas y patrióticas es el que se encuentra Richard Wright cuando atraviesa la frontera. En España pagana, Wright subraya que lo que verdaderamente mueve al país es el paganismo. Sin embargo, apenas percibe el proyecto racial subyacente, un sistema que limita la libertad de las personas negras y hace imposible una confrontación social o cualquier proyecto panafricanista colectivo. El cuerpo negro, además de estar disperso, se disipa o, en ocasiones, sobrevive participando en el proyecto colonizador. Ejemplos extremos de esta dinámica son la sección negra de los falangistas, los «flechas morenos», y la sección guineana de los neonazis españoles.
La mayoría de la población negra, no obstante, vivió en condiciones de alienación y censura, de modo que las luchas y los proyectos emancipatorios de la negritud se relegaron al ámbito de lo doméstico y a la intimidad, limitándose en muchas ocasiones a esfuerzos individuales por preservar la dignidad y garantizar la supervivencia. El jazz, la danza, la música y la palabra irrumpieron como destellos de libertad, pero fueron emblanquecidos, despojados de su dimensión política y convertidos en espectáculo para el consumo blanco. Sin embargo, cada nota de jazz, cada gesto de resistencia, cada cuerpo que se negó a desaparecer dejaron huellas que desafían ese borrado. Reconocer esas huellas no es solo un ejercicio de memoria: es abrir espacio a una historia que todavía se está escribiendo, una historia en la que la voz negra en España no puede seguir siendo margen ni sombra.
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The Geopolitics of Infrastructure
The exhibition The Geopolitics of Infrastructure presents the work of a generation of artists bringing contemporary perspectives on the particular topicality of infrastructure in a transnational, geopolitical context.
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–MACBAMuseo Reina Sofia
School of Common Knowledge 2025
The second iteration of the School of Common Knowledge will bring together international participants, faculty from the confederation and situated organizations in Barcelona and Madrid.
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NCAD
Book Launch: Collective Study in Times of Emergency, Dublin
with Nick Aikens (L'Internationale Online / HDK-Valand) and members of the L'Internationale Online editorial board: Maria Berríos, Sheena Barrett, Sara Buraya Boned, Charles Esche, Sofia Dati, Sabel Gavaldon, Jasna Jaksic, Cathryn Klasto, Magda Lipska, Declan Long, Francisco Mateo Martínez Cabeza de Vaca, Bojana Piškur, Tove Posselt, Anne-Claire Schmitz, Ezgi Yurteri, Martin Pogacar, and Ovidiu Tichindeleanu, 18h00, Harry Clark Lecture Theatre, NCAD
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Collective Study in Times of Emergency, Amsterdam
Within the context of ‘Every Act of Struggle’, the research project and exhibition at de appel in Amsterdam, L’Internationale Online has been invited to propose a programme of collective study.
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Museo Reina Sofia
Poetry readings: Culture for Peace – Art and Poetry in Solidarity with Palestine
Casa de Campo, Madrid
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WIELS
Collective Study in Times of Emergency, Brussels. Rana Issa and Shayma Nader
Join us at WIELS for an evening of fiction and poetry as part of L'Internationale Online's 'Collective Study in Times of Emergency' publishing series and public programmes. The series was launched in November 2023 in the wake of the onset of the genocide in Palestine and as a means to process its implications for the cultural sphere beyond the singular statement or utterance.
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–Museo Reina Sofia
Study Group: Aesthetics of Peace and Desertion Tactics
In a present marked by rearmament, war, genocide, and the collapse of the social contract, this study group aims to equip itself with tools to, on one hand, map genealogies and aesthetics of peace – within and beyond the Spanish context – and, on the other, analyze strategies of pacification that have served to neutralize the critical power of peace struggles.
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–MSN Warsaw
Near East, Far West. Kyiv Biennial 2025
The main exhibition of the 6th Kyiv Biennial 2025, titled Near East, Far West, is organized by a consortium of curators from L’Internationale. It features seven new artists’ commissions, alongside works from the collections of member institutions of L’Internationale and a number of other loans.
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MACBA
PEI Obert: The Brighter Nations in Solidarity: Even in the Midst of a Genocide, a New World Is Being Born
PEI Obert presents a lecture by Vijay Prashad. The Colonial West is in decay, losing its economic grip on the world and its control over our minds. The birth of a new world is neither clear nor easy. This talk envisions that horizon, forged through the solidarity of past and present anticolonial struggles, and heralds its inevitable arrival.
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–M HKA
Homelands and Hinterlands. Kyiv Biennial 2025
Following the trans-national format of the 2023 edition, the Kyiv Biennial 2025 will again take place in multiple locations across Europe. Museum of Contemporary Art Antwerp (M HKA) presents a stand-alone exhibition that acts also as an extension of the main biennial exhibition held at the newly-opened Museum of Modern Art in Warsaw (MSN).
In reckoning with the injustices and atrocities committed by the imperialisms of today, Kyiv Biennial 2025 reflects with historical consciousness on failed solidarities and internationalisms. It does this across an axis that the curators describe as Middle-East-Europe, a term encompassing Central Eastern Europe, the former-Soviet East and the Middle East.
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HDK-Valand
MA Forum in collaboration with LIO: Nour Shantout
In this artist talk, Nour Shantout will present Searching for the New Dress, an ongoing artistic research project that looks at Palestinian embroidery in Shatila, a Palestinian refugee camp in Lebanon. Welcome!
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MACBA
PEI Obert: Bodies of Evidence. A lecture by Ido Nahari and Adam Broomberg
In the second day of Open PEI, writer and researcher Ido Nahari and artist, activist and educator Adam Broomberg bring us Bodies of Evidence, a lecture that analyses the circulation and functioning of violent images of past and present genocides. The debate revolves around the new fundamentalist grammar created for this documentation.
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Everything for Everybody. Kyiv Biennial 2025
As one of five exhibitions comprising the 6th Kyiv Biennial 2025, ‘Everything for Everybody’ takes place in the Ukraine, at the Dnipro Center for Contemporary Culture.
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In a Grandiose Sundance, in a Cosmic Clatter of Torture. Kyiv Biennial 2025
As one of five exhibitions comprising the 6th Kyiv Biennial 2025, ‘In a Grandiose Sundance, in a Cosmic Clatter of Torture’ takes place at the Dovzhenko Centre in Kyiv.
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MACBA
School of Common Knowledge: Fred Moten
Fred Moten gives the lecture Some Prœposicions (On, To, For, Against, Towards, Around, Above, Below, Before, Beyond): the Work of Art. As part of the Project a Black Planet exhibition, MACBA presents this lecture on artworks and art institutions in relation to the challenge of blackness in the present day.
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–MACBA
Visions of Panafrica. Film programme
Visions of Panafrica is a film series that builds on the themes explored in the exhibition Project a Black Planet: The Art and Culture of Panafrica, bringing them to life through the medium of film. A cinema without a geographical centre that reaffirms the cultural and political relevance of Pan-Africanism.
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MACBA
Farah Saleh. Balfour Reparations (2025–2045)
As part of the Project a Black Planet exhibition, MACBA is co-organising Balfour Reparations (2025–2045), a piece by Palestinian choreographer Farah Saleh included in Hacer Historia(s) VI (Making History(ies) VI), in collaboration with La Poderosa. This performance draws on archives, memories and future imaginaries in order to rethink the British colonial legacy in Palestine, raising questions about reparation, justice and historical responsibility.
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MACBA
Project a Black Planet: The Art and Culture of Panafrica OPENING EVENT
A conversation between Antawan I. Byrd, Adom Getachew, Matthew S. Witkovsky and Elvira Dyangani Ose. To mark the opening of Project a Black Planet: The Art and Culture of Panafrica, the curatorial team will delve into the exhibition’s main themes with the aim of exploring some of its most relevant aspects and sharing their research processes with the public.
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MACBA
Palestine Cinema Days 2025: Al-makhdu’un (1972)
Since 2023, MACBA has been part of an international initiative in solidarity with the Palestine Cinema Days film festival, which cannot be held in Ramallah due to the ongoing genocide in Palestinian territory. During the first days of November, organizations from around the world have agreed to coordinate free screenings of a selection of films from the festival. MACBA will be screening the film Al-makhdu’un (The Dupes) from 1972.
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Museo Reina Sofia
Cinema Commons #1: On the Art of Occupying Spaces and Curating Film Programmes
On the Art of Occupying Spaces and Curating Film Programmes is a Museo Reina Sofía film programme overseen by Miriam Martín and Ana Useros, and the first within the project The Cinema and Sound Commons. The activity includes a lecture and two films screened twice in two different sessions: John Ford’s Fort Apache (1948) and John Gianvito’s The Mad Songs of Fernanda Hussein (2001).
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Vertical Horizon. Kyiv Biennial 2025
As one of five exhibitions comprising the 6th Kyiv Biennial 2025, ‘Vertical Horizon’ takes place at the Lentos Kunstmuseum in Linz, at the initiative of tranzit.at.
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International Day of Solidarity with the Palestinian People: Activities
To mark International Day of Solidarity with the Palestinian People and in conjunction with our collective text, we, the cultural workers of L'Internationale have compiled a list of programmes, actions and marches taking place accross Europe. Below you will find programmes organized by partner institutions as well as activities initaited by unions and grass roots organisations which we will be joining.
This is a live document and will be updated regularly.
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–SALT
Screening: A Bunch of Questions with No Answers
This screening is part of a series of programs and actions taking place across L’Internationale partners to mark International Day of Solidarity with the Palestinian People.
A Bunch of Questions with No Answers (2025)
Alex Reynolds, Robert Ochshorn
23 hours 10 minutes
English; Turkish subtitles
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